viernes, 1 de febrero de 2008

El Gardel francés y los argentinos

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Carta al Director, sección "Correo de lectores"
Tema: CARLOS GARDEL

Escribe el Sr. Carlos Teysera Rouco
Publicado el 10 de enero de 2008.

Señor Director:

Me cansé. Discúlpeme que lo moleste señor Director, pero me agoté. La carta del señor Ricardo Costa Colturi, publicada en su semanario del día 27 de diciembre de 2007 con el encabezamiento “Carlos Gardel”, en respuesta a los corresponsales Sres. Esteban y Espina Rawson, integrantes del “Centro de Estudios Gardelianos” de Buenos Aires, colmó mi paciencia. No porque el Sr. Costa Colturi no tenga razón sino porque el tema me ha superado.

¿Qué tema? Aquel que desgrana si Gardel es uruguayo o francés obviando aspectos de la discusión que a esta altura me resultan deslumbrantes.
Libros elaborados seriamente, investigaciones periodísticas, testimonios, razonamientos de índole diversa, documentos oficiales y entrevistas al propio Gardel, no han servido de nada. La respuesta Argentina a esos desmanes ha sido, mayoritariamente, el enojo y la agresividad.
A esta altura de las disquisiciones entiendo que, sin que haya perdido importancia dónde nació, lo que ha pasado a tener más relevancia, es saber cuál es la razón por la que los argentinos que se han interesado en el punto, prefieren sustentar la nacionalidad francesa y no la uruguaya.

Resulta incomprensible que un emblema tanguero como Gardel, se le regale a Francia cuando sería lógico, entendible e incontestable para el mundo entero que, si a todas luces no es argentino, se acepte su nacimiento en Uruguay, cuna compartida del tango, y por lo tanto, frente a algunas pruebas – sólo algunas de las tantas esgrimidas – deberían los argentinos, presurosamente, tomarlas como ciertas, de forma de cobijar el recuerdo de Gardel y su obra en el ámbito natural que dio origen al tango.

Soy consciente de que no he sido el único al que le ha nacido esta inquietud, pero, en el material a mi alcance, no he encontrado trabajos que lo tomen como punto central de un análisis. Se consigna el hecho como una curiosidad, pero no se intenta explicar extensamente por qué ocurre.

Así, por ejemplo, Ricardo Ostuni, siendo vicepresidente de la Academia del Tango de Buenos Aires, se pregunta en su libro “Repatriación de Gardel”: “¿Por qué regalar a Francia un ídolo netamente rioplatense?” Se lo pregunta pero no aventura respuestas.

Y precisamente nunca, como con el ejemplo de Gardel, se justifica usar el término “Rioplatense”, tantas veces usado por los argentinos para absorber alguna gota de talento uruguayo triunfador en la Argentina. Y, sin olvidar que tanto los genes como las influencias geopolíticas condicionan el comportamiento y la personalidad de los seres humanos (y sus triunfos y fracasos) con prescindencia del medio ambiente en el que desarrollen su actividad, resulta claro que son muchísimos los ejemplos, en muchas ramas, de uruguayos que han sobresalido en Argentina y aportado a su cultura y civilización (y viceversa, felizmente para nosotros) sin estridencias ni reacciones extemporáneas, abrigados cómodamente bajo el término “rioplatense”.

Entonces, ¿por qué esta excepción con Gardel? No me lo explico.

Y por ello pregunto si habrá algún especialista en el comportamiento humano que me explique la causa de la agresividad y pérdida de paciencia que signan los afanes argentinos para defender la tesis del Gardel Francés y rebatir sistemáticamente, cada argumento y documento que alegue su nacimiento uruguayo.

¿Qué Uruguay no sea la cuna adecuada para un artista como Gardel? ¿Qué pueda suponer una especie de deshonor para un bardo de su nivel comparado con la vestidura intelectual que supondría ser francés? No. No es de recibo, dado los blasones que adornaron y adornan, claramente, el intelecto uruguayo en el campo de actividad que se quiera elegir. Y en el tema que nos ocupa ¿Acaso no son uruguayos el tango, la milonga, y el vals más conocidos en el mundo entero a saber, “La comparsita”, “La puñalada” y “Desde el alma”?.

Por lo tanto ¿no es más práctico, conveniente y lógico hacerle caso a Carlos Gardel cuando dijo, repetidas veces que era uruguayo, aceptar que los documentos oficiales que consignan su orientalidad son verídicos, y no complicarse la vida en una discusión que el resto del mundo mira con asombro (incluyendo los franceses, que no se explican cómo sacaron la lotería si nunca jugaron) por no decir con sorna?

¿No sería tonto, por ausente de todo interés económico, donarle a Francia una de las voces declaradas de patrimonio del mundo por la UNESCO y que se luce de la mano de María Callas, Carusso, etc.? Acepto aplicar el término “rioplatense” por variadas y contundentes razones que el mismo Gardel manejaba, y propongo que los argentinos y uruguayos congeniemos con Aldo Mazzuchelli cuando, al comentar el libro de Ostuni mencionado, con toda lucidez expresaba:

“Importa el origen de Gardel porque la imagen de Gardel, su valor comunicacional y su significado cultural – en el que se incluye, por cierto, su origen – es más que su valor estrictamente artístico. Valorar a Gardel y sentirlo propio (subrayado mío) implica valorar y sentir propia también una mezcla de valores simbólicos que el icono Gardel reúne. “Reconocer que es uruguayo lleva fácilmente de la mano a propagar que es “rioplatense”, ya que, después de todo, como finaliza Mazzuccheli, el tango es cuestión de orillas, y todo río tiene dos.

En fin. ¿Podría algún estudioso del pensamiento de los pueblos molestarse en explicar estas interrogantes y ayudarme, como admirador de tanta gloria argentina y reconocedor de la probada generosidad para los compatriotas que eligieron la opción argentina, a disipar mis confusiones? ¡Y por favor, me explique por qué la tesis uruguaya les frunce el seño a los argentinos y no a los franceses!